lunes, 23 de julio de 2012

Divorcio: ¿La luz al final del túnel?

Es un hecho que lo seres humanos somos complejos tal vez irónicamente porque somos lo únicos animales con la capacidad de hablar y dizque de discernir. Desde que nacemos pasamos por todas las etapas de la vida entre las cuales se cuenta, por supuesto, la de reproducirse pasando en general por el enamoramiento, el deseo de compartir la vida con el ser amado hasta, en no pocas ocasiones, llegar al matrimonio con la ciega convicción de que queremos fundar una familia y compartir la vida con nuestra gemela. Nos casamos en general enamorados e idealizando a la pareja, víctimas de una explosión química en nuestro cerebro que nos obnubila el entendimiento y quizás el primer error que se comete es pensar que ese estado de embelesamiento se mantendrá a lo largo de la vida. En esta etapa parece no existir la capacidad de prever lo que realmente será la vida una vez que pase esa pasión. No nos damos cuenta de toda la responsabilidad que conlleva la fundación de una familia sellada con el compromiso del matrimonio y zas! Cuando la vida nos da en la cara con una dosis de realidad y sobreviene la pesadumbre del día a día, los problemas familiares, de salud, económicos y principalmente de co- existencia pacífica, se empieza a resquebrajar la ilusión cual un castillo de naipes. Sintomáticamente, hay mucha intolerancia de ambas partes. Esa obstinación de querer que la otra persona haga lo que yo digo y que se comporte de acuerdo con mis parámetros, que le guste lo que a mí me gusta y que no le guste lo que a mí no me gusta, y así un extenso etcétera. Al tiempo, la situación se hace insostenible, en no pocos casos, aparece la violencia en todas sus expresiones y el divorcio parece ser la solución a una relación ya para entonces insostenible y quizás irrescatable. Hay quienes dicen jocosamente que la primera causa del divorcio es el matrimonio. Pero yo digo que divorciarse es como cortarse la cabeza para librarse de un dolor de cabeza. Quienes no concuerdan conmigo no se hacen esperar y me afirman tajantemente que si en una relación ya no hay amor hay que corta el asunto de tajo y divorciarse sin más miramientos. Y yo digo, cómo se puede cortar el “asunto” de tajo cuando hay una historia compartida que supuestamente nació sustentada por el amor y aún más difícil si hay hijos de por medio. El amor es o no es. Si “ya no hay amor” es que nunca lo hubo de verdad. Acaso dejamos de amar a nuestro hijos, padres o hermanos por muchos problemas que tengamos con ellos como de “deja de amar” a la pareja? Aquéllos que preconizan el divorcio como la solución a una vida matrimonial deteriorada me recuerdan a los que defienden el aborto como la solución práctica al “obstáculo” que significa un embarazo no deseado. Pretenden ver el divorcio con la misma simplicidad que uno va al dentista a hacerse extraer una muela picada. Yo pienso que el divorcio sería en la mayoría de casos algo prevenible o evitable si tanto hombres y mujeres entendiéramos nuestra naturaleza diferente. Si hombres y mujeres tuviéramos consciencia de que funcionamos de manera diferente y tratáramos de comprender y respetar esa diferencias, entonces sería más fácil compartir la vida y honrar el compromiso adquirido voluntariamente a través del matrimonio y no se tendría que llegar al divorcio porque se dice que el divorcio es inevitable cuando el amor ya no existe en la relación, pero cabe preguntarse qué llevo el matrimonio a esa situación. Deberían las parejas que aspiran a casarse pasar, además de por una estricta revisión médica, por una rigurosa serie de charlas que expliquen de manera concreta las diferencias entre hombres y mujeres, que les hagan ver lo que implican la vida matrimonial en la vida real, el día a día, los problemas económicos, de salud, laborales, y la educación de los hijos, las formas de pensar y de conducta de hombres y mujeres basadas en su naturaleza propia y todo lo que ocurre en la vida de casados una vez que toda la pompa de la boda y la luna de miel ha pasado a ser parte de la historia. Todo esto se discute en la charlas pre matrimoniales (en el matrimonio religioso), pero no se profundiza. Es decir, no se le habla a la gente sin pelos en la lengua para que entiendan a lo que se están metiendo y que la piensen bien si no están seguros de asumir tan grande responsabilidad. En los matrimonios civiles, que son muchísimos, se casan como se casarían en Las Vegas, sin mayor tramite que los documentos de identidad y contratando a un notario; a veces van al juzgado y le piden a cualquier persona disponible en el lugar que les sirva de testigo y a disfrutar la luna de miel! Cuando la tormenta hormonal amaina, empiezan los problemas. En resumen, debemos los hombres y mujeres educarnos, aprender a conocer nuestra naturaleza diferente de la del sexo opuesto para aprender a convivir positivamente desde la diversidad y desde el inicio de las relaciones de noviazgo y marital. Estoy seguro de que se evitarían mucho malos entendidos y pleitos que son al final los que socaban el matrimonio. De esa manera, el matrimonio no pasaría por ese proceso de desintegración que destruye tanta familia y afecta de manera dramáticamente negativa a los niños procreados durante el mismo. Creo que esta iniciativa contribuiría a reducir el número de divorcios que en muchísimos casos es un escape de una situación provocada por nuestro propio accionar y por nuestra falta de preparación para prevenirla.

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